Érase una vez un niño llamado Hugo al qué le encantaba el campo, pero sobre todo cuidarlo. Era alto, delgado, tenía los ojos grandes y de color marrón, la nariz pequeña y puntiaguday tenía los dientes brillante. Era una buena persona, alegre, simpático y agradable.
Pero a otro niño llamado Alejandro no le gustaba el campo y por eso hacía candelas y no las apagaba, tiraba basura, no cuidaba la naturaleza en definitiva. Era bajo, gordo, los ojos achinados y de color negro, la nariz era grande y tenía unos dientes picados y amarillos de no lavárselos. Era descuidado con las cosas, amargado, nunca se reía.
Un día se encontraron, Hugo recogiendo basura y Alejandro tirándola.
-¿Qué haces tirando basura en vez de recogerla?-preguntó Hugo enfadado
-¿A ti qué te importa lo que yo haga o deje de hacer?-respondió Alejandro agresivo.
-Pues hombre, a ver si entiendes, la naturaleza hay que cuidarla y no despreciarla porque para qué vale echarle basura, quemar las cosas, etc...-dijo Hugo.
Y Alejandro se quedó callado y parecía que estaba entendiéndolo.
-¿Lo entiendes Alejandro? Si tú dejas de ser así, incluso podemos ser amigos y demás-le volvió a repetir.
-Es verdad ¿De qué vale hacer todas esas cosas mal?Te haré caso y yo también creo que seremos buenos amigos-respondió Alejandro alegre. Y desde entonces se llevan muy bien y todos los sábados y domingos van a limpiar los bosques, campos, etc...
María Fernández Hurtado.
28 feb 2010
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